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miércoles, 2 de marzo de 2016

EL OPTIMISTA DEL GOL


El optimista del gol 

Miguel Noga nació en Villa Urquiza y es descendiente de ucranianos. Por medio de un conocido hace medio siglo consiguió llegar a la incipiente liga de fútbol de Estados Unidos. Lo que en principio fue una prueba de un año se transformó en una carrera de quince temporadas, en las que ganó títulos y estableció un récord aún no superado.

 Por Javier Perpignan

Llegó a Filadelfia en 1959, cuando el incipiente fútbol norteamericano -soccer- estaba dando sus primeros pasos. Aquellos primitivos equipos de la liga estaban formados por representantes de distintas las nacionalidades que vivían en los Estados Unidos. Allí fue Miguel Noga (73) con toda su ilusión e incertidumbre. Aprovechando su descendencia ucraniana, los norteamericanos lo rebautizaron como Mike Noha y así su nombre quedó grabado como leyenda.
Su historia empezó en los potreros de San Martín, a pocas cuadras de Chacarita Juniors, cuando su familia se instaló allí proveniente de Villa Urquiza. “Yo me crié en Zado y Tamborini y mi papá trabajaba en la GRAFA como tejedor, hasta que en 1949 compró unos terrenos en San Martín, cerca de la cancha de Chacarita Juniors -cuenta Noga-. Los recuerdos de mi niñez están vinculados a la calesita del Parque General Paz. Enfrente de mi casa vivía una familia que abrió la primera unidad básica en la primera presidencia de Juan Domingo Perón; eran los hermanos Portalea. Uno era un eximio bailarín de tango que bailaba en el Club Sin Rumbo, hasta Robert Duvall lo considera como el mejor bailarín que haya visto. Zado fue una de las últimas calles en ser asfaltada; todas las demás eran de barro. En Constituyentes y General Paz había un palomar e íbamos con mi padre a juntar hongos. Otra de las cosas que hacía era jugar a la lotería con algunos vagos con las chapas de los autos. Nos sentábamos en la calesita y esperábamos que pasara un coche por la General Paz, mientras apostábamos cuál iba a ser el número de la chapa. En ese momento había que esperar media hora entre auto y auto. Creo que hoy nos volveríamos locos”.
 Su pasión por el fútbol nació justamente con su llegada a San Martín. Sus recuerdos de esos primeros tiempos son muy amenos: “Jugaba a la pelota en cuanto potrero había. Allí nació mi amor por el fútbol. Me hacía encima con tal de no entrar a mi casa, porque mi papá me encerraba a estudiar. A duras penas terminé el Bachillerato: en 1955 hubo eximición con cuatro, sino todavía estaba rindiendo. Mi padre quería que estudiara para doctor y se gastó todos los ahorros en un libro carísimo de medicina, pero yo no quería estudiar. En una oportunidad le pregunté por qué quería que fuera médico y me respondió: “Mirá, yo me levanto a las cuatro de la mañana y el doctor viene a la fábrica a las diez. A vos te gusta dormir, entonces vos tenés que estar doctor (sic)”, relata Miguel imitando el tono ucraniano del padre.
El equipo en donde Noga se inició se llamaba Defensores de Villa Maipú, al que recuerda como un buen equipo de barrio: “Salvo yo, que estudiaba, todos eran trabajadores a los que les encantaba el fútbol”. A mediados de la década del 50 Chacarita iluminó su estadio. Para recaudar dinero, cuando la temporada oficial finalizaba, organizó torneos de noviembre a marzo. Se anotaban muchos equipos que incluían a jugadores profesionales que competían para no quedar parados tanto tiempo. Allí fue el Defe de Villa Maipú con toda la muchachada ilusionada por desplegar su fútbol. El ansiado reconocimiento llegó en 1956, cuando se adjudicó el torneo estival invicto. Claro que ese triunfo también fue un logro personal para Miguel. “Una noche nos estábamos cambiando en el vestuario local cuando entró del DT de los juveniles del club, que se llamaba Ernesto Duchini. El me convocó para integrar el equipo de tercera. Así jugué algunos partidos en reserva, hasta que me llamaron para el servicio militar”.
 San Martín, Zapala, EE.UU.
Cuando lo convocaron para hacer la conscripción, Miguel pensó que se trataba de un simple trámite y que a la noche volvería a su casa para cenar. Sin embargo, fue una sorpresa grande cuando terminó en la Villa Militar de Covunco, Neuquén. “Me presenté en Campo de Mayo y terminé en Zapala. Allí se salvaban los que sabían jugar al fútbol. Resulta que había un oficial que estaba castigado, que seleccionaba entre los 1.200 soldados a los mejores jugadores y armaba un equipo al que anotaba en la liga de Zapala para jugar el campeonato de primera. La cancha estaba al lado de la montaña. Cada vez que jugábamos de local el batallón la limpiaba de las piedras que caían de la ladera. Recuerdo que salimos campeones de la liga”, dice Noga.
En Zapala estuvo poco más de un año y cuando le dieron la baja volvió a San Martín, con la intención de jugar en Chacarita. Pero el campeonato había empezado y Duchini no lo podía anotar. “Entonces volví a jugar en Defensores de Villa Maipú y a los pocos meses me enteré por un conocido que un club de descendientes ucranianos de Filadelfia, en los Estados Unidos, estaba buscando jugadores para armar un equipo. Firmé un precontrato por un año para probar y fui con dos compañeros más”, cuenta Noga sobre su llegada al país del norte. El equipo al que llegó se llamaba Philadelphia Ukrainian Nationals y como el apellido de nuestro vecino era más polaco que ucraniano lo rebautizaron Mike Noha.
Llegó al equipo de los nacionalistas ucranianos en setiembre de 1959. En su primera temporada en Filadelfia enfrentó a equipos de la talla del Manchester United, que estaba de pretemporada en el país del norte. “Todos pensaban que el fútbol en los Estados Unidos no existía, pero ya en el mundial de Brasil 1950 Inglaterra perdió 1 a 0 contra el seleccionado norteamericano, que estaba formado por marines descendientes de europeos que jugaban al fútbol”.
¿Cómo era su estilo de juego?
-Yo clasifico a los futbolistas en exquisitos y picapiedras. Yo me consideraba un exquisito, velocidad con talento que jugaba ante unos siete mil espectadores. La carrera de Noga en los Estados Unidos se extendió por quince años. Cinco temporadas estuvo con los Ukrainian y luego pasó a Chicago, un equipo de segunda línea que le ofreció el doble cargo de entrenador y jugador. “Me decidí por esa opción porque ya no tenía buena onda con mis compañeros en Filadelfia. Allí estuve hasta 1972, pero como no era buen equipo cuando se disputaba la copa me prestaban a otros clubes. Así estuve en un equipo croata, en otro alemán. Incluso llegué a jugar algunas finales en Los Angeles”, rememora Noga sobre esa época.
¿Cuál fue la experiencia más extraña que le tocó vivir como futbolista?
-Cuando de la selección de Estados Unidos me citaron para jugar un partido contra Inglaterra. Recuerdo que fue un domingo vía telegrama. Ellos me daban la vestimenta y los botines los tenía que traer yo. El año era 1966 y los ingleses estaban de gira preparatoria para el mundial que después ganaron. Eso quiere decir que nos enfrentamos a la base del futuro campeón. El seleccionado norteamericano estaba formado por tres jugadores de Filadelfia, tres de Chicago y dos de Los Angeles, entre otros, y nos juntamos dos horas antes del partido en el estadio. No sabíamos ni cómo nos llamábamos. ¿Sabés cuántos goles nos hicieron? ¡Diez!
A pesar de esos sinsabores, Noga tuvo un desempeño exitoso en Estados Unidos. Fue tres veces campeón de la US Open Cup y obtuvo cuatro ASL League. En su primera temporada, consiguió un récord que aun no fue superado: convertir todos los goles de su equipo en el triunfo por 5 a 2 ante Los Angeles Kickers. “Eso fue en la final de la US Open Cup. Pude convertir esa cantidad de goles que permitieron al equipo ganar su primer título. Es un orgullo muy grande que todavía esa marca no se haya podido superar. Por suerte, después pude ganar varios campeonatos más en los diversos equipos que jugué”. En la temporada 1959-1960 Noga fue el máximo artillero, con 22 goles.
Después de quince temporadas en el fútbol norteamericano, Miguel Noga dejó la práctica activa por un problema en las rodillas en 1974. “Decidí regresar al barrio y compré una casa en Saavedra. Luego hice el curso de técnico, pero no lo pude terminar porque exigían que hiciera ejercicios con la pelota en el campo de juego; como estaba recién operado no podía hacer lo que me pedían. Igualmente estuve mucho tiempo yendo a Chicago como entrenador. Después del Mundial 78 murió mi madre, me casé por segunda vez, tuve hijos y cuando me acordé ya tenía la vida rehecha en Saavedra. Tardé treinta años en regresar a Chicago. Fue el año pasado, cuando visité a un amigo de aquellos tiempos”.
¿Quedó algo de los Ukrainian? 
 -No, sólo practican fútbol amateur. Con la plata que hicieron conmigo armaron un campo deportivo impresionante en las afuera de Filadelfia. Yo no conozco este predio, pero me dijeron que en la entrada a la sala principal hay una foto mía.

elbarrionline (julio/2011) 


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